Desde hace varios años, puede que una década, ya no me acuerdo el día en el que mi visión del vaso hasta la mitad de agua no es la que se suele decir por norma general. No sé si me explico correctamente, es decir, cuando te preguntan si el vaso está medio lleno o medio vacío es porque eres una persona optimista o pesimista, respectivamente.
Pues bien, lo que intento decir es que yo siempre veo el vaso lleno hasta arriba del todo. No me acuerdo muy bien de cómo llegué a esa conclusión, ni del tiempo que llevo pensándolo. Pudiera ser que cuando daba física en el instituto, me dijeron que toda la materia ocupa un lugar y, por lo tanto, el espacio que hay sobre el agua está ocupado por aire porque, de otro modo, el agua «intentaría» ocupar ese lugar.
También es otra teoría el que yo siempre ande buscando las vueltas a las cosas para no seguir la corriente de la mayoría de la gente. Pudiera ser. No obstante, tengo otra tercera teoría por la cual ha sido una de mis mayores reglas de mi vida, aunque no siempre la he podido cumplir por causas de fuerza mayor.
Y esta es el no dejar nunca el optimismo y el buen humor de lado. Afrontar la vida siempre con una sonrisa en la cara, que nadie sea capaz de ver lo mal que lo estás pasando en un momento de tu vida. El alegrar con tu presencia a cuantos te rodean a lo largo de tu vida.
Eso es lo que te hace ver el vaso siempre lleno y rebosante, aunque el agua esté por la mitad; incluso, si la tiras por el desagüe de la cocina. Porque siempre quedará aire que ocupe ese recipiente cristalino y la sonrisa no se refractará con el agua, será auténtica.